Cuando salimos del hospital, no veía nada a mí alrededor, solo me retumbaban las palabras del Dr. Benavidez : Cirrosis. Lo mire a mi esposo y le dije: Cirrosis? Si yo no tomo alcohol, este Doctor es un exagerado mencionar un trasplante de hígado solo porque me siento muy cansada? Y hacerme tantos estudios cada tres meses?. Lo vamos hacer, dijo pausadamente.
Así pasaron cuatro años de idas y venidas, haciendo todo lo que se me ordenaba hasta que un maldito Enero me hicieron una ecografía y el profesional me pregunto si estaba segura que el doctor me pedía solo un a ecografía y no una resonancia, le dije que si, en ese instante me di cuenta de que algo andaba mal. Me entregó la ecografía y me dijo que seguramente me tendría que hacer una resonancia, y el mismo iba a llamar al Dr.
Subí a un taxi rumbo a mi casa con la mente en blanco y de repente le pedí al taxista que diera la vuelta y me lleve al británico.
Pregunte por mi doctor y me dijeron que se había ido de vacaciones, me desespere, me fui a la guardia, fingí un dolor de estómago, cuando llego mi turno me atendió una doctora le conté la verdad y me dio la orden para la resonancia, me dijo que fuera ya mismo a imágenes que con suerte quizá podrían darme un turno para la semana entrante.
De la Guardia me fui a imágenes expuse mi situación y después de mirar los turnos, el chico del mostrador me pregunto si quería tomar uno que había sido cancelado en ese momento, le dije que sí. Me dieron un líquido para ir tomando y llame a mi esposo.
Esa noche dormí muy poco, sin mi médico me sentía perdida, cuando me levante investigue en internet el plantel de hepatólogos del hospital y uno de ellos trabajaba con mi doctor, lo busque y leí sobre él. Volví al hospital, pregunte en mesa de entrada por el Doctor Colombato y me dijeron que no atendía, cuando de repente lo vi salir, lo seguí hasta el bar, una vez que ocupo una mesa me acerque y le conté mi historia tal cual, le agregue además que me quería ir unos días a la costa porque estaban mis nietos, me miro fijo, me pidió el teléfono y me prometió que esa noche a las diez me llamaba
Tal lo prometido, a las diez sonó mi teléfono, lo primero que me dijo es que podía y debía ir a la costa y disfrutar de mis nietos, pero no más de quince días, que me cargara de mucha energía porque iba a tener unos meses muy duros, pero él me prometía que dentro de un año solo iba a ser un mal sueño dijo, y así fue.
Febrero, Marzo y Abril, mil estudios algunos molestos otros dolorosos, el cáncer no se reducía, pero ya estaba preparada para recibir el hígado de alguna persona que Dios elegiría para acompañarlo a el y salvarme a mí, esas cosas del destino que nunca llegan a comprenderse bien, solamente se dan.
Era viernes, estaba sentada en el auto esperando que subiera mi esposo, suena mi teléfono y una de mis hijas me dice que había un donante y tenía que ir urgente al hospital, le dije que no, que no estaba preparada, en ese instante se acerca mi marido respondiendo una llamada diciendo estamos a quince cuadras del hospital ya vamos.
No sé explicar con las palabras justas lo que sentí, bronca, miedo, angustia gritaba: porque a mí me preguntaba una y otra vez, esas quince cuadras fueron eternas.
Apenas subí el primer peldaño de la escalera del hospital, sentí que un manto de paz me cubría y me entregue con mucha fe, convencida que todo iba a salir bien, que estaba en las manos y en el lugar correcto, sentí que debía de ayudar y no entorpecer a los que me iban a salvar la vida.
Me prepararon para ir al quirófano, a mi lado mis amores, mis cuatro hijos llorando en silencio me esposo firme como siempre, me despedí y les prometí que pronto iba a estar con ellos.
El ruido de la camilla por los pasillos, creo que nunca voy a olvidarlo, el anestesista, me pregunto muy dulcemente si tenía miedo y le dije que un poco, me dijo si quería pedirle algo y le pedí algunas cosas, una de ellas era que por favor no dejaran que mis hijos me vieran entubada, asintió y entré.
Lo primero que vi fue un cartel que decía algo así como: BIENVENIDO AL LUGAR DE LOS MILAGROS y se OIA UNA MUSICA, La calidad de todos esos seres humanos que me rodeaban se convirtieron en Ángeles para mí.
Cuando desperté pregunte qué hora era, me di cuenta que habían pasado muchas horas, sentí que alguien me tomaba de la mano y me dijo: ya está, le tiramos tu hígado con el cáncer a los gatos, ahora tenes uno nuevo y sano, era el Dr. Diego Boguetti.
Después de haber visto a mi familia me llevaron a terapia, allí no fue muy agradable pero tampoco un desastre, dicen que vino a verme el Dr. Villamil y literalmente lo eché, dicen que me enojaba con todos, realmente no lo recuerdo, por suerte no duro mucho, a los pocos días me llevaron a una habitación con un gran ventanal que podía ver el parque.
Fue después de varios días que comencé a pensar en mi donante, fue duro, no se si no quería o no podía pensar que una parte de mi cuerpo era de alguien que ya no estaba en este mundo, llore por mí, y por esa persona desconocida, le di las gracias y prometí que el mejor homenaje que podría brindarle al donante anónimo y a su familia era cuidarme cada día, cumplir con el tratamiento que seguía y obedecer a todas las instrucciones, que eran muchas.
Hoy, después de un poco más de cinco años me siento una persona sana, consiente que se lo debo a mis médicos, al Hospital Británico, al Incucai y a la familia del donante que permitió que una parte de su ser querido que ya no está, siga con vida en mí, pienso en ello cada día. Gracias.